Lo dulce no es lo contrario de lo amargo, sino lo sublime de lo bueno, lo atractivo de lo noble, lo excelso de lo agradable. Lo dulce es lo normal hecho extraordinariamente, es lo cotidiano hecho solemnidad. Es lo contrario a la rutina, a la mediocridad, a la tibieza. Lo dulce es el atractivo de lo perfecto, de lo madurado. Es el resultado de la constancia. Y la constancia, que es un caramelo al alcance de pocos, yo he tenido la suerte de saborearlo.